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¿Por qué Dios pensó que la solución redentora fuera encarnarse Él mismo?
La justificación estriba en que tenemos que por un lado el “ofensor” fue el hombre (Adán y Eva), y por otro lado el “ofendido” fue Dios. Por tanto quien tiene que “pagar” o “reparar” el daño u ofensa, debe ser el hombre mismo que lo cometió. Pero el hombre es de una naturaleza inferior incapaz de “satisfacer” por sus solas capacidades a una naturaleza divina agraviada. En conclusión, tenía que ser Jesucristo, un hombre (a todos los efectos, menos en el pecado, es un hombre) y un Dios (verdadero Dios). En Él sí se cumplen las dos condiciones: que un hombre repare, y que al mismo tiempo, por ser Dios, tenga la capacidad sobrenatural para reparar el daño.”